Columna

Buceando con la muerte:

La histórica tragedia de los buzos en la industria del salmón

Para entender la magnitud de este drama, es necesario observar las cifras, pero sin olvidar la dimensión humana que se encuentra detrás de ellas

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Este es un tema reiterativo que salta a la palestra cada vez que fallece otro buzo trabajando en nuestra industria del salmón; dramática deuda moral que no hemos sido capaces de saldar. Final y tristemente, todo se transforma en un número que se suma a estadísticas infinitas que invisibilizan el dolor de cientos de huérfanos, viudas, hermanos y padres dolientes de personas que no volvieron a sus hogares después de un día de trabajo.

Contrasta la importancia económica nacional e internacional de la actividad salmonicultora con la precariedad del servicio de buceo que la asiste. Para dimensionar esta tragedia necesariamente hay que volver a los números, sin olvidar, ni por un instante, lo que ellos involucran. Estadísticas de casi dos décadas de la Autoridad Marítima de Chile, desde el año 2004 al 2022, indican que se han producido 246 accidentes de buceo relacionados a la salmonicultura, con el trágico saldo de 44 buzos fallecidos. En pleno siglo XXI y, en un país, como Chile, que pretende pertenecer y compararse a países del primer mundo, esto es intolerable, impresentable, inmoral.

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Por ser Chile el segundo productor mundial de salmón cultivado precedido por Noruega, es importante saber qué ocurre en este tema en el país nórdico. Datos estadísticos, recopilados por la destacada institución SINTEF Ocean de Trondheim, indican que los accidentes mortales de buceo, en operaciones marinas de salmonicultura, en un período de 34 años en Noruega (1982 hasta 2015), fue de 3 personas fallecidas.

No resulta que exista ninguna lógica que explique tal diferencia, pero de seguro existen factores ilógicos que sí las producen y las mantienen en el caso chileno, puesto que en los últimos cinco años la tendencia al alza de la accidentabilidad, en labores de buceo, ha sido sostenida. Nuestro país cuenta con buceo regulado, oficialmente, desde el año 1982, a través de un Reglamento actualizado por la Autoridad Marítima conforme evoluciona la actividad, pero obviamente eso no ha servido para controlar este drama.

También han existido múltiples esfuerzos en iniciativas privadas como las de Salmon Chile y el Consejo del Salmón, desarrollando estándares de seguridad voluntarios que, por el mismo hecho de ser voluntarios, sus altos costos de implementación desincentivan su eventual aplicación. La Asociación Chilena de Seguridad calificó al buceo como la actividad de mayor riesgo de la salmonicultura, lo cual, sumado a todo lo anteriormente expuesto, hacen inentendible que se prolonguen las fatales estadísticas de la actividad.

Volviendo a Noruega por un instante, las investigaciones del SINTEF Ocean de los accidentes fatales en la salmonicultura de ese país, concluyeron que factores organizacionales habían tenido una contribución importante en su ocurrencia. Además, las empresas responsables no habrían realizado, ni documentado evaluaciones de riesgo adecuadas a las operaciones de buceo y del equipamiento involucrado. Dichas empresas no pudieron documentar una capacitación suficiente del personal accidentado. Sin embargo, ellos fueron capaces de abordar el problema, detectarlo, asumirlo, invertir en él y solucionarlo, toda vez que por años no han tenido muertes asociadas a buceos en su industria del salmón. Existe, igualmente, entre Noruega y Chile una brecha cultural, intelectual, técnica y profesional que nos condiciona y condena a una realidad distante y dramática, lo cual trataré de ejemplificar con la siguiente situación:

Hoy el buceo en la salmonicultura chilena es un servicio que se ha externalizado de las empresas productoras, siendo realizado por empresas de servicios especializados que contratan buzos profesionales para tal efecto. El proceso de matrícula para buzos profesionales es responsabilidad de la Autoridad Marítima, a través de la DIRECTEMAR, quien otorga, a solicitud del interesado, una matrícula que faculta a su titular para desempeñarse como buzo.

La mayoría de los buzos, trabajando para la industria salmonera, corresponden a Buzos Mariscadores Básicos e Intermedios, diferenciados por la profundidad máxima a la que puede bajar cada uno y por la capacidad de los equipos de aire que los abastecen durante el buceo semiautónomo. Los Básicos tienen límite de inmersión de 20 metros y los Intermedios de 36 metros, siendo obviamente mejor remunerados aquellos que pueden bucear a mayor profundidad. Aquí podría aparecer el primer incentivo perverso para abaratar la faena y/o aumentar la ganancia, pero sigamos. La exigencia de escolaridad de la DIRECTEMAR en su Reglamento de Buceo para Buzos Profesionales, revisado en mayo del 2020, para otorgar la matrícula de Buzo Mariscador y Contratista de Buzos Mariscadores, entre otras, es de poseer Licencia de Enseñanza General Básica, es decir, Octavo Básico aprobado.

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Sin embargo, aquellos postulantes a Asistente de Buzo y Buzo Mariscador Básico que no cumplan con la escolaridad mínima exigida, podrán postular a la obtención de tales matrículas, mientras se dé cumplimiento al resto de los requisitos administrativos y acrediten haber realizado un curso básico de seguridad de buceo. De esta excepción se desprende que una persona que no ha tenido la posibilidad del incentivo para un desarrollo del potencial de sus capacidades cognitivas, a través de la escolaridad, se le dé la responsabilidad de entender, interpretar y aplicar Tablas de Descompresión que serán su salvoconducto para aferrarse a la vida tras una inmersión de buceo que las requiera. Imagino que a estas alturas habrá muchos lectores sorprendidos, pero desgraciadamente aún falta más.

La propia Autoridad Marítima, en su momento, presentó artículos transitorios a su reglamento de buceo, por el plazo de dos años, que autorizaban a Buzos Mariscadores Básicos que acreditaran haber realizado trabajos en la salmonicultura y conocer la operación de los equipos de aire, optar a la matrícula de Buzo Mariscador Intermedio. Adicionalmente, estos últimos están acreditados per se para supervisar buceos ejecutados de buzos con igual o menor matrícula, lo que implica que podrían ser Supervisores de Buzos Mariscadores Intermedios, lo que, además, increíblemente los faculta, de acuerdo al mismo reglamento, para reemplazar la función del Contratista de Buceo Profesional.

En resumen, es perfectamente posible que haya ocurrido la eventual situación donde un Buzo Mariscador Básico, con escolaridad básica incompleta o sin ella, haya podido convertirse, gracias a las concesiones mencionadas, en Buzo Mariscador Intermedio, luego Supervisor y hasta Contratista de Buceo, a cargo de aspectos técnicos y administrativos en la actividad de mayor riesgo de la salmonicultura. Lo anterior podría, fácilmente, explicar, en parte, las numerosas muertes por buceo de la industria del salmón y mueve a varias reflexiones y preguntas:

A nadie puede sorprender entonces que más del 69 % de los accidentes de buceo en la salmonicultura nacional, en las últimas dos décadas, hayan sido de Buzos Mariscadores Básicos. Tampoco podría ser una sorpresa que la mayoría de los 44 fallecimientos ocurrieran por problemas con los tiempos de buceo y la deficiente o nula descompresión. ¿Acaso el menor costo de contratación de servicios de Buzos Mariscadores Básicos es otro importante factor de riesgo de accidentabilidad? ¿El hecho de que toda la responsabilidad ante un accidente recaiga sobre la empresa de servicios externos de buceo, será un incentivo para que las empresas salmoneras privilegien un menor costo del servicio por sobre seguridad? Finalmente, es un círculo vicioso de múltiples factores entre el otorgamiento de matrículas de buceo con exigencias laxas, falta de fiscalización oficial, presiones por realizar faenas sobreestimando los conocimientos y capacidades de los buzos, precariedad de algunos servicios de buceos y la liberación de responsabilidad de las salmoneras contratantes de servicios externos, cuyo resultado final es la mayor tasa de fatalidad en la industria global de la salmonicultura.

Conocemos las malas prácticas que existen en los servicios de buceo, como no respetar los límites de profundidad, uso de equipos en mal estado y/o sin vigencia de inspección técnica, bucear en condiciones climáticas y oceanográficas adversas, no llevar registros de las inmersiones, no contar con todos los elementos de seguridad, no dar aviso a la Autoridad Marítima de las faenas y un largo listado de mañas y avivadas que solo aumentan las probabilidades de accidentes de sus propios empleados. Sin embargo, la gran brecha que separa la vida de la muerte en el buceo chileno es, por lejos, la falta de conocimientos, de competencias técnicas, de capacitación de calidad, de la escolaridad necesaria para entender nociones básicas de física y fisiología que ocurren al sumergirse, en fin, de la precariedad integral de conocimientos donde el Estado ha sido históricamente el gran responsable y los malos empresarios sus cómplices. La solución está en la superficie.

Desgraciadamente en el buceo, la ignorancia mata…

Rodolfo Infante Espiñeira, MSc
Gerente Técnico
Happy Fish SpA