Desafíos en capital humano para la industria en Los Lagos
Diferentes actores del sur austral analizan avances y brechas persistentes en la educación TP y formación continua vinculadas a los principales sectores productivos.
En la Región de Los Lagos, donde la actividad acuícola y el sector marítimo-portuario constituyen pilares productivos claves, la formación de capital humano sigue siendo una de las tareas estructurales más relevantes para sostener y proyectar el desarrollo regional.
A pesar de avances visibles en conectividad institucional y programas formativos, persisten brechas significativas, especialmente en la educación técnico-profesional (TP), tal como lo han manifestado actores con una trayectoria consolidada en la zona.
El Barómetro de la Salmonicultura, publicado hace cuatro años, advertía sobre preocupaciones respecto a la atracción de jóvenes hacia carreras ligadas al sector acuícola, lo que se vinculaba a una débil conexión entre la oferta educativa y las necesidades del mundo productivo. Si bien aquel estudio visibilizó una problemática latente, lo cierto es que las matrículas en especialidades como acuicultura y tripulante de naves se han mantenido estables en los últimos diez años, incluso durante el periodo más crítico de la pandemia.
A la luz de este panorama, el presente reportaje busca examinar cómo han evolucionado estas brechas. ¿Se han generado nuevas articulaciones entre liceos TP, centros de formación técnica y empresas? ¿Qué desafíos subsisten en la formación pertinente de los futuros trabajadores del mar y la acuicultura?
ONG Canales: Articulando sector productivo y educación TP
ONG Canales se ha convertido en un puente clave entre los liceos técnicos y el ecosistema productivo regional. Catalina Salazar, Directora Regional Los Lagos de la organización, explica a Mundo Acuícola que su rol principal es “articular a la educación media técnico-profesional con todo el ecosistema técnico-profesional que involucra tanto a empresas, sectores productivos, los gremios, instituciones de educación superior, servicio público también, que son actores relevantes para entregar una formación pertinente a los estudiantes”.
Esa articulación, explica, debe traducirse en que las y los estudiantes reciban una formación con base en las demandas reales del entorno. “Hoy día el vínculo entre los liceos y el ecosistema TP es fundamental para que tanto estudiantes como docentes de la formación diferenciada TP se mantenga actualizados en conocimientos y capacidades requeridas y estas queden instaladas en los establecimientos y pueda finalmente tener una articulación fructífera y enriquecedora entre ambos mundos para la trayectoria de las y los estudiantes”, sostiene.
Desde la experiencia concreta, el trabajo de articulación también se expresa en la promoción de pasantías, tanto en instituciones de educación superior como en empresas, para que los estudiantes vivan de primera mano las exigencias de los siguientes eslabones en su trayectoria formativa o laboral.
Uno de los nudos críticos detectados por ONG Canales es la escasa conexión entre la formación general y la formación diferenciada TP. Según Catalina Salazar, “En muchas ocasiones la formación general que contiene matemáticas, ciencia, lenguaje, etc., no está conversando con la formación técnico-profesional”, lo que debilita las bases que permiten a los estudiantes entender materias especializadas o participar en capacitaciones adicionales.
Esta desconexión se refleja en la experiencia de los cursos impartidos en alianza con gremios (como SalmonChile y otros), donde se evidenció que “para poder comprender estas otras temáticas de esta capacitación, había que nivelar a los estudiantes”, indica Salazar.
A lo anterior se suma la falta de instancias institucionalizadas de evaluación conjunta entre liceos y empresas. En este sentido, Violeta Vuscovich, Coordinadora de Proyectos Los Lagos de ONG Canales, señala que los Consejos Asesores de Desarrollo Educativo (CADEs) son herramientas esenciales pero subutilizadas: “nosotros como Canales apoyamos estos consejos, somos asesores de los directivos en este caso para fortalecer este espacio que es el espacio para trabajar todos estos temas”.
El contexto actual de baja en la actividad marítima-portuaria también repercute en la formación TP. Esto ha afectado directamente la posibilidad de realizar prácticas, demorando incluso hasta dos años el acceso de estudiantes a experiencias laborales, generando deserción o abandono. En contraste, en el sector acuícola aún existen espacios para prácticas, aunque muchas veces los jóvenes prefieren continuar estudios en educación superior. “Estamos hablando de un porcentaje de aproximadamente un 30% que trabaja, y que trabaja en algo relacionado con la especialidad que estudiaron”, detalla Vuscovich.
Política pública
Las entrevistadas confluyen en que no basta con generar espacios de articulación si estos no están respaldados por una política pública robusta y por un compromiso más claro del sector privado. “Hay empresas con las cuales tenemos un trabajo muy rico, así que muy nutrido... y otras que cierran su puerta totalmente”, relata Vuscovich, quien además destaca que los avances dependen, muchas veces, de las personas a cargo del vínculo comunitario dentro de las empresas.
Respecto al marco normativo, ambas entrevistadas coinciden en que debe haber un rediseño estructural. “Es importante y que nosotros nos hemos dado cuenta de que hoy día muchas veces los recursos asociados o las políticas no tienen la mirada del mundo técnico-profesional”, afirma Catalina Salazar.
En ese sentido, la organización participa desde hace seis años como ejecutora de la política pública “Futuro Técnico”, impulsada por el Ministerio de Educación. Según sus voceras, esta iniciativa ha permitido fortalecer redes regionales de liceos TP y dotar a los equipos directivos de herramientas para instalar capacidades permanentes.
Para cerrar las brechas entre educación técnica y el sector productivo, se requiere una visión de largo plazo. “No puede ser voluntario”, afirma Violeta Vuscovich al referirse a la participación de las empresas en la formación. En su visión, debería existir “algún tipo de ley que favorezca que las empresas sean parte de la formación de estos estudiantes revisando en conjunto con los directivos de los liceos las mallas, los perfiles de egreso”.
En definitiva, la apuesta por un capital humano pertinente no solo pasa por adecuar mallas curriculares o generar más prácticas. Requiere cambiar la lógica institucional desde la cual se concibe la educación TP. ONG Canales ha sido una bisagra clave en ese proceso, pero su experiencia también evidencia que sin voluntad política, recursos suficientes y colaboración activa del sector productivo, los avances seguirán siendo parciales.
?si=r6I-JYfzLW-k6gQwConexión sectorial
Para el gremio salmonicultor, el desafío no es solo atraer nuevo talento, sino afinar la conexión entre formación y empleo. Felipe Díaz, director de Comunidades de SalmonChile, explica que la asociación trabaja “con una mesa permanente que, una vez al mes, identifica qué brechas existen o qué carreras se requieren para la industria”.
Según explicó el representante, la vinculación permanente con la educación técnico-profesional permite que los establecimientos se relacionen directamente con las empresas socias de SalmonChile, por ejemplo, para recibir asesoría en la actualización de sus mallas curriculares.
Uno de los pilares de esta estrategia es un programa anual de nivelación que, en sus seis años de ejecución, ha beneficiado a cerca de mil estudiantes. Desarrollado junto con ONG Canales, el plan se dirige a alumnos de liceos técnico-profesionales y los orienta hacia la carrera de acuicultura mediante cursos adicionales que complementan su malla curricular.
Para ampliar el alcance, el gremio también impulsa la Red por el Aprendizaje de la Región de Los Lagos, en la que “trabajamos con alrededor de 60 organizaciones —20 empresas y 40 ONG— para evaluar si los aportes de la empresa privada tienen impacto positivo en el aprendizaje”, explica Díaz.
Este proyecto, ejecutado junto a Enseña Chile y los SLEP de Llanquihue y Chiloé, busca establecer una gobernanza común que mida resultados y escale el modelo a Aysén y Magallanes.
La iniciativa reúne a unas 60 entidades, entre ellas 20 empresas y 40 ONG, y mide el aporte educativo de cada compañía. “No nos restringimos al ámbito técnico-profesional ni al capital humano laboral; el enfoque es más amplio, y trabajamos con fundaciones para verificar si esas acciones mejoran el aprendizaje”, señaló.
El objetivo, detalló, es verificar si los aportes de las empresas se traducen en mejoras concretas en los resultados de aprendizaje y aplicar esa misma evaluación a liceos y fundaciones. Con esos datos, se definirá, caso a caso, cómo articular mejor la colaboración y qué apoyos específicos necesita la formación técnico-profesional para fortalecer el capital humano.
El gremio también vigila de cerca los efectos de la automatización. “En un diagnóstico con 800 personas de seis regiones apareció un temor real a la inteligencia artificial; por eso vamos monitoreando cómo impactará y qué capacitaciones nuevas se necesitan para que la gente no quede fuera”. La idea es transformar esa amenaza en una oportunidad de reconversión laboral.
Díaz advierte, sin embargo, que ello requiere superar el laberinto burocrático de autorizaciones y trámites que hoy ralentiza las inversiones. “Necesitamos reglas claras y procesos ágiles para que la industria crezca, adopte tecnología y, con ello, abra nuevos puestos de trabajo”, recalcó.
Por último, Díaz reconoce una tarea pendiente: profundizar el vínculo con la educación superior. “Falta esa capacidad de hilar las oportunidades: que las empresas conozcan la oferta de talento local y que los jóvenes vean que pueden hacer carrera en el sur; ahí estamos trabajando con INACAP, DUOC, Universidad Austral y otras, cerrando convenios para unir demanda y oferta”. La apuesta se alinea con el llamado de ONG Canales a que las empresas participen activamente en rediseñar mallas y abrir prácticas para quienes deseen ingresar a la industria.
Formación naviera
La renovación de las dotaciones marítimas se ha convertido en una preocupación estratégica para el sector portuario del sur de Chile. Manuel Bagnara, gerente general de ARMASUR, admite que la disponibilidad actual de personal cubre las operaciones, pero advierte que la situación puede cambiar en un futuro.
“Hoy día no es que nos falte gente para trabajar —por eso hay que ser responsables—, pero esto se va a revertir. Están llegando barcos y equipos más modernos y necesitamos seguir formando personas; por eso mantenemos convenios con universidades y liceos: no es un tema baladí para nosotros”.
Un episodio ilustra la relevancia que el gremio asigna al capital humano. En 2011, cuando Bagnara asumía la gerencia, el Ministerio de Educación intentó suprimir la especialidad Tripulante de Naves Mercantes en los liceos técnico-profesionales.
“Tuve que hablar con el ministro para evitar que la cerraran. En Santiago no se usa, pero en Valparaíso y Puerto Montt la necesitamos. Hoy esos liceos nos nutren de tripulantes que salen de cuarto medio y parten con una remuneración competitiva.”
Gracias a la permanencia de esa especialidad, los egresados se embarcan de inmediato en naves de cabotaje , lanchas y remolcadores que operan a diario en los fiordos, y suman experiencia profesional temprana.
En una alianza de gran relevancia, ARMASUR y la Universidad de Los Lagos crearon dos programas específicos para la navegación costera: Transporte Marítimo Costero, conducente a piloto regional, y Electrónica Marítima, orientada a motoristas.
Ambas carreras contemplan prácticas en un barco-escuela facilitado por el gremio, donde los estudiantes cumplen las horas de mar exigidas por la autoridad antes de obtener la libreta de embarco y la licencia profesional.
El gremio complementa esta oferta con un convenio de reconversión junto a INACAP, que invita a mecánicos automotrices a capacitarse en mantención naval y familiarizarse con sistemas de propulsión más complejos .
En paralelo, ARMASUR trabaja con astilleros para fortalecer oficios críticos. “El tema astilleros es mucho de oficio —soldadores, caldereros, pintores— y hay que formar técnicos de base”, puntualiza Bagnara . Estos programas combinan instrucción en aula y práctica directa en taller.El eslabón de la capacitación permanente lo aporta ONG Canales. A través de su Organismo Técnico de Capacitación (OTEC), la entidad diseña cursos breves y certificaciones que actualizan las destrezas de operarios, técnicos y oficiales, prolongando la formación que se inicia en los liceos marítimos. Al ajustar cada módulo a los requerimientos que ARMASUR detecta en sus empresas socias, el OTEC garantiza que la mano de obra mantenga competencias pertinentes y al día con las demandas tecnológicas del sector.
La agenda formativa se cruza con la de sostenibilidad. Bagnara subraya que el término trasciende lo ambiental. “Sostenibilidad no es solamente medio ambiente; hay que contar con tripulaciones capacitadas para estos barcos”.
Con ese objetivo, ARMASUR impulsa protocolos de avistamiento de ballenas, reciclaje en astilleros y retiro de residuos portuarios, iniciativas que, subraya Bagnara, “son también una cuestión cultural”, porque buscan arraigar el respeto por el entorno en cada maniobra y en cada nave.Mitilicultura: brechas y respuesta gremial
Tras el salmón, el chorito (Mytilus chilensis) es el segundo cultivo acuícola de Chile en volumen y divisas. Más del 90 % de los centros de engorda se distribuyen entre Chiloé y los fiordos interiores de la Región de Los Lagos, donde conviven cooperativas familiares y plantas de proceso certificadas para Europa, Asia y Norteamérica.
Sin embargo, la expansión sostenida de la última década ha expuesto una brecha de capital humano para el sector. Esto, pues desde la visión gremial, la mitilicultura dispone de pocos planes de estudio dedicados a bivalvos, procesos en planta o logística de exportación.
“Siempre ha llamado la atención que hay poca formación en acuicultura en la región; muy pocas mallas, universitarias o técnicas, incluyen mitilicultura, y creemos que falta promoverla como alternativa de futuro para los jóvenes”, subraya Rodrigo Carrasco, director ejecutivo de AmiChile.
La escasez de programas formales se traduce en puestos cubiertos con aprendizaje empírico y, sobre todo, en la falta de profesionales para áreas críticas. Carrasco advierte tres eslabones más delicados.
“Identifico tres perfiles amplios: primero, producción en el mar—gente que maneje concesiones y regulaciones; segundo, el proceso en planta, con todos los requisitos de inocuidad; y tercero, la logística, una cadena muy importante que pocas veces está profesionalizada. Siempre falta personal calificado; los puestos se cubren cuando la gente gana experiencia, pero sería valioso sumar perfiles profesionales”, indicó.
Para empezar a cerrar esa brecha, AmiChile inició recientemente un plan de articulación con liceos técnico-profesionales y universidades locales. Muestra de ello fue una serie científica organizada en el Instituto del Mar de Chonchi, a la que acudieron siete liceos técnicos de la provincia.Además, el gremio ya recibe a practicantes de casas de estudio como la Universidad Andrés Bello y la Universidad de Los Lagos y mantiene conversaciones con otras instituciones.
La mitilicultura aparece así como un campo con “gran espacio para crecer y profesionalizarse”, en palabras de Carrasco, que busca posicionarse en la agenda formativa regional y ofrecer a los jóvenes de Los Lagos un futuro en acuicultura más allá del foco salmonero tradicional.
Formación técnica: la respuesta del CFT Santo Tomás
En el engranaje operativo de la acuicultura patagónica, el Centro de Formación Técnica Santo Tomás (sede Puerto Montt) se ha convertido en uno de los principales semilleros de capital humano para la industria en casi dos décadas de historia.
Su carrera de Técnico en Producción Acuícola—abierta en 2004—marca tendencias de alza de matrícula, actualización curricular y alianzas con la industria.
“El año pasado pasamos de matricular 45 estudiantes a 73 en la jornada diurna, y aun así quedó una lista de espera de más de 40 personas. La acuicultura mueve la región y la carrera tiene demanda permanente. Además, muchos de nuestros estudiantes ya trabajan en la industria y vienen a titularse para mejorar su posición”, explica Mauricio Segura del Río, director del área de Recursos Naturales, que incluye tanto a la carrera de Técnico Veterinario como Técnico en Producción Acuícola.
La malla vigente para acuicultura data de 2018. Para actualizarla, el CFT aplicó un análisis FODA (Fortalezas, Oportunidades, Debilidades, Amenazas) que encuestó a alumnos titulados y más de una decena de empresas buscando identificar las necesidades de la industria.
En este momento, la institución se encuentra en plena reestructuración de contenidos, con foco en tecnología, innovación y emprendimiento. El nuevo plan de estudios incorporará temáticas de última línea, como el uso de drones subacuáticos, alimentación remota, manejo de datos e inteligencia artificial.
La carrera de Técnico en Producción Acuícola pone el acento en la experiencia práctica: mantiene sólidos convenios con empresas que reciben a los estudiantes en periodos de práctica y dispone de una piscicultura RAS a escala operativa dentro del campus.
“Compramos ovas y llevamos adelante todo el ciclo del salmón en agua dulce. Los alumnos manejan desde el proceso de picaje, la primera alimentación y todo lo que implica este cultivo, manejando además parámetros productivos como caudales de agua y temperatura. Por ende, cuando pisan una piscicultura comercial ya están familiarizados con los procesos”, indicó Segura.
La institución también dispone de una sala de proceso que reproduce el flujo de una planta industrial. Allí los estudiantes elaboran conservas de chorito, hamburguesas de salmón y láminas de salmón ahumado, entre otros productos, trabajando con estándares de inocuidad, aseguramiento de calidad y preservación de atributos organolépticos.
La malla culmina con 400 horas de práctica externa, un tramo que, subraya Segura, se ha profesionalizado de forma notable. “Hoy las empresas seleccionan a los alumnos de práctica, los entrevistan y revisan su currículum. Eso eleva el estándar”.
Segura destaca que el CFT mantiene una vinculación sólida con la industria. Gracias a ello, los estudiantes realizan sus prácticas en compañías como Camanchaca, Mowi, Australis (convenio formal) y Robinson Crusoe, entre otros referentes del sector.
“Uno de los pendientes es fortalecer el vínculo con la mitilicultura. Con los salmones llevamos veinte años de relación continua —la carrera existe desde 2004— y trabajamos con varias empresas del rubro. En choritos, en cambio, aún debemos profundizar la conexión: los estudiantes visitan centros de cultivo y unidades experimentales, pero queda espacio para crecer un poco más y generar convenios estables con las plantas y las concesiones”, explica Segura
Como parte de su compromiso con la comunidad, el CFT abre sus instalaciones a alumnos de liceos técnico-profesionales de acuicultura —entre ellos el Liceo Bosque Nativo y el Colegio Técnico Naciones Unidas— mediante convenios de alternancia. Estos acuerdos permiten que los escolares realicen sus prácticas y participen en actividades específicas, como talleres de necropsia y sesiones prácticas en el centro demostrativo.
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