Samuel Valdebenito: cuatro décadas al servicio de la salmonicultura chilena
El pionero de la salud y nutrición en salmones, repasa su trayectoria y aborda el desafío de conectar ciencia e innovación en una nueva etapa profesional.

Desde Mundo Acuícola, quisimos realizar este perfil como un reconocimiento a Samuel Valdebenito, no solo por su extensa trayectoria en la salmonicultura nacional, sino también por su constante disposición a colaborar con este medio. A lo largo de los años, ha demostrado un profundo respeto y deferencia hacia el trabajo periodístico, aportando con generosidad su experiencia y mirada crítica en momentos clave para el sector.
Hablar de Samuel Valdebenito es hablar de los orígenes técnicos de la salmonicultura chilena. Químico de formación, con más de cuatro décadas de trayectoria, fue uno de los primeros en trasladar conocimientos desde la producción animal terrestre hacia el entonces incipiente cultivo de salmones, enfrentando sin precedentes desafíos sanitarios, nutricionales y ambientales. Su historia está entrelazada con el desarrollo de productos clave para la industria, la adopción de tecnologías diagnósticas pioneras y la creación de vacunas adaptadas a las particularidades del medio chileno.
Desde sus primeros pasos en Veterquimica, pasando por la fundación del laboratorio Biovac en 1996 y su rol activo en crisis como la del virus ISA, Valdebenito ha sido parte activa de la transformación de un rubro que sigue en evolución. Hoy, al iniciar una nueva etapa profesional como asesor y articulador entre ciencia, innovación y mercado, ofrece una mirada crítica y experta sobre los desafíos actuales de la salmonicultura chilena.
Orígenes técnicos de la industria
A mediados de los años 80, Samuel Valdebenito ingresó a la industria salmonera desde su formación como químico, trasladando conocimientos adquiridos en producción animal terrestre hacia un sector acuícola que aún se desarrollaba sin mayores protocolos y certezas técnicas. En ese periodo, el uso de alimento húmedo era habitual, habia muy pocas enfermedades, pero eso duro muy poco tiempo , porque poco a poco fueron apareciendo los problemas que ya se conocían en el hemisferio norte, estas son las enfermedades emergentes, cuya documentación también era escasa y no existía claridad sobre los agentes patógenos ni sus mecanismos de control.
Uno de los primeros desafíos sanitarios fue la aparición de la BKD, seguida por un cuadro clínico sin identificar que afectó gravemente a los cultivos. La enfermedad fue bautizada informalmente como “síndrome de Huito” y también “UA” (unknown agent o agente desconocido), hasta que se identificó como Piscirickettsia salmonis, bacteria intracelular (en esa época) que marcaría el desarrollo de herramientas diagnósticas y vacunas en las décadas siguientes.
En ese contexto, Veterquimica comenzó a adaptar su experiencia en salud animal a la realidad acuícola nacional. “Fuimos uno de los primeros laboratorios en buscar soluciones para ciertas enfermedades”, recuerda Valdebenito. El trabajo incluyó formulación de medicamentos, desarrollo de productos nutricionales y, más adelante, líneas de vacunas específicas para salmónidos.
El desarrollo de herramientas diagnósticas fue uno de los aportes más significativos de Samuel Valdebenito a la salmonicultura chilena. Desde Biovac, el laboratorio que fundó en 1996, junto a su recordado amigo Enrique Madrid (QEPD), introdujo en Puerto Montt el uso de la técnica PCR en acuicultura, en una época en que su aplicación era incipiente en la industria acuícola internacional e incluso en el ámbito de la salud humana.Durante la crisis del virus ISA, Biovac jugó un rol clave como laboratorio de diagnóstico, apoyando a productores en un escenario marcado por la incertidumbre sanitaria. Paralelamente, Valdebenito lideraba desde Veterquimica el diseño de productos farmacológicos, nutricionales y biológicos adaptados al medio chileno. Uno de los hitos fue el desarrollo de vacunas de inmersión para agua dulce, como alternativa al método inyectable.
Las formulaciones consideraron enfermedades como IPN, BKD y SRS, respondiendo a un contexto muy distinto al de Noruega o Escocia. En esa línea, enfatiza que la industria nacional aún enfrenta un desafío estructural: evolucionar hacia sistemas productivos más bioseguros, con menor exposición a riesgos sanitarios y ambientales.
Ciencia aplicada en tiempo real
Para Samuel Valdebenito, la salmonicultura debe entenderse como una industria de producción animal intensiva, comparable en escala a la avícola o la porcina, pero con desafíos biológicos y ambientales mucho más complejos. “El salmón, a diferencia del pollo o el cerdo, vive en el agua. Y el agua no es un medio cualquiera: es más denso, tiene más interacciones, y cuesta mucho más controlarlo”, sostiene.
Las diferencias de escala son evidentes. Mientras el ciclo de producción avícola toma entre 40 y 45 días, y el de un cerdo cerca de seis a ocho meses, un salmón puede demorar entre 20 y 30 meses desde la incubación del huevo hasta su cosecha final. “Un promedio de dos años. Es una vida larga”, enfatiza. En ese periodo, el pez está expuesto a variaciones de temperatura, salinidad, presencia de patógenos, microalgas, depredadores y otros factores ambientales que pueden afectar su salud y desempeño.
Estos cambios impactan directamente en su metabolismo y, con ello, en la eficacia de las estrategias sanitarias. Por eso, el diseño de un plan de vacunación no puede replicar modelos externos ni basarse en recetas fijas. “¿Vacunar antes del traspaso al mar o después? ¿Cuál es el momento en que tengo la mejor respuesta inmune? ¿Cómo se comporta el sistema inmunológico en condiciones de salinidad intermedia?”, se pregunta. Cada variable obliga a rediseñar procedimientos, revisar protocolos y evaluar riesgos.
Valdebenito destaca que, a diferencia de otras industrias alimentarias, la salmonicultura chilena fue concebida desde el inicio como una actividad exportadora. “La salmonicultura nació para exportar, no para alimentar a los chilenos. Eso significa que desde muy temprano tuvimos que responder preguntas técnicas exigentes, de mercados muy informados”, afirma.
Este proceso, asegura, no ha terminado. La propia dinámica del conocimiento científico y la aparición constante de nuevas enfermedades, variantes de patógenos o requerimientos normativos obliga a la industria a mantenerse en evolución continua. “Creímos muchas veces que ya estábamos estabilizados en conocimiento, y venía un nuevo desafío. Esto no se ha detenido”, concluye.
Nueva etapa profesional
Tras cerrar su ciclo como gerente técnico de Veterquimica y Empresas VQ, Samuel Valdebenito inició una nueva etapa como asesor y mentor en proyectos de base científica, vinculado tanto a startups como a instituciones académicas y centros de innovación. Aunque prefiere no detallar nombres, confirma que ya colabora con equipos enfocados en biotecnología, salud animal y soluciones acuícolas emergentes.
Su rol actual apunta a conectar capacidades científicas con necesidades del mercado. “Hay emprendedores con ideas brillantes, pero lo difícil es transformar eso en un producto real. Lo que falta muchas veces no es ciencia, sino alguien que articule el desarrollo”, afirma. Esa articulación exige visión comercial, comprensión técnica, y un conocimiento profundo de los marcos regulatorios que condicionan la entrada de nuevos productos al sector.
Desde esa posición, Valdebenito se proyecta como un facilitador entre mundos. Apuesta por generar soluciones que respondan a problemas reales, que sean escalables, ambientalmente sostenibles y viables bajo los estándares normativos chilenos e internacionales. “Muchas veces se diseñan los proyectos, pero no los productos. Y lo que la industria necesita son productos que resuelvan dolores concretos”, concluye.
@@firma Manuela Barrueto B.