Estudio revela que cultivos de chorito actuarían como “filtro genético” de la especie en Seno del Reloncaví
Estudio revela diferenciación genética adaptativa entre choritos cultivados y naturales, clave para la sostenibilidad de la mitilicultura chilena.
El chorito chileno se ha transformado en un protagonista de la acuicultura nacional, al posicionar a Chile como segundo productor de mitílidos del mundo después de China y ser la segunda especie acuícola en importancia socioeconómica y exportaciones del país, actividad que depende exclusivamente de la producción natural de semillas de chorito desde bancos naturales en la región de Los Lagos.
En esa línea, un reciente estudio publicado en la revista Aquaculture encontró variantes genéticas que serían más frecuentes en los cultivos que en las poblaciones naturales, y que podrían favorecer la supervivencia de los choritos en las condiciones propias del cultivo. Es la primera evidencia reportada de diferenciación genética adaptativa a pequeña escala en poblaciones cultivadas del chorito (Mytilus chilensis).
La investigación, que fue parte de la tesis de magíster de Charel González en la UCSC, actualmente doctoranda en Biología y Ecología Aplicada de la U. Católica del Norte y becaria ANID del Instituto Milenio en Socio-Ecología Costera (SECOS), buscó responder una incógnita hasta ahora no abordada, ¿pueden los cultivos de chorito actuar como un filtro genético?
Charel, junto a los investigadores SECOS Pilar Haye (UCN), Bernardo Broitman (UAI) y Nicolás Segovia recolectaron adultos de chorito de bancos naturales y de cultivos en dos áreas clave: Bahía Ilque, cerca de Puerto Montt, donde hay centros de engorda, y caleta Chaparano, ubicada en el Fiordo de Reloncaví, donde se encuentran los semilleros más importantes de la región de los Lagos y por lo tanto de Chile. A los individuos recolectados se les realizaron análisis genómicos para comparar su composición genética y buscar señales de diferenciación adaptativa.
“Encontramos señales de diferenciación genética entre los choritos en cultivo y los de bancos naturales en el Seno del Reloncaví, algo que no se había documentado antes para esta especie. Esto es sorprendente porque, en lugares como Chaparano, los bancos naturales y los cultivos estudiados están separados por menos de 50 metros, y la distancia entre Bahía Ilque y Chaparano es de sólo 45 Km. Aún así, vemos que los choritos en cultivo de Chaparano parecen estar respondiendo genéticamente a las duras condiciones del fiordo: grandes fluctuaciones de salinidad por el ingreso de agua dulce y temperaturas muy variables”, comenta González.
En el artículo, los autores detallan que esta diferenciación genética se asocia principalmente a factores ambientales como la salinidad y la temperatura, y podría estar influida por las condiciones particulares del cultivo mediante sistema de cuelgas, las que implican altas densidades de individuos en un espacio reducido.
“Ya sabíamos sobre la diversidad y diferenciación genética de los bancos naturales del chorito chileno, porque estos bancos son la base de la mitilicultura, explica González. Las semillas de chorito que luego se cultivan en centros de engorda mediante sistemas de cuelga en toda la región de Los Lagos, se colectan exclusivamente desde los bancos naturales. Pero nunca se habían comparado directamente los bancos naturales con las poblaciones cultivadas de una misma localidad.”
“Llevamos bastante tiempo intentando entender cómo funcionan las poblaciones naturales de Chorito, por su importancia para este sistema socio-ecológico del que directamente dependen más de doce mil personas en la región de los Lagos como fuente laboral”, menciona Nicolás Segovia, Datamanager del SECOS e investigador del proyecto FONDECYT que financió gran parte de la investigación.
Así, estos ambientes altamente variables, sumados a la alta densidad de los cultivos, parecen actuar como un filtro temprano adicional, favoreciendo a ciertos alelos detectados mediante análisis muy finos de diferenciación genética. El hallazgo es inédito no solo para el chorito chileno, sino también para la acuicultura de mitílidos en general.
“Sabemos que la diversidad genética del chorito es enorme, lo que es positivo, pues les permite a las poblaciones ser más resilientes a eventuales cambios ambientales. Además, la capacidad de dispersión por las larvas de la especie y la translocación de semillas en toda el área, son procesos fundamentales para poder garantizar la conectividad entre poblaciones distantes, lo que además impide que estas se diferencien genéticamente entre sí. Pero ahora, además sabemos que a pesar de todo esto, al incorporar a los cultivos a la ecuación, estos muestran un resultado distinto”, agrega Segovia.
“Actualmente, las políticas de manejo en la mitilicultura se enfocan principalmente en regular la recolección y el traslado de semillas de chorito. Sin embargo, nuestros resultados indican que también es clave considerar cómo las condiciones de cultivo pueden afectar la diversidad genética y la capacidad de adaptación de los choritos a largo plazo. Para proteger esta especie y asegurar la sostenibilidad del sector mitilicultor, proponemos complementar la gestión actual con un monitoreo continuo de la diversidad genética que incluya bancos naturales y cultivados, para tener una visión más completa del sistema”, concluye González.